Ya sabemos que ir al médico no es agradable, pero tener que llevar a mi pequeña era un suplicio. Al nacer no ganaba mucho peso y tenía que ir al pediatra cada semana. Era entrar en la consulta y empezar a llorar desconsoladamente.
Cuando dejé de darle el pecho (la decisión que más me costó tomar, pero la más acertada) se solucionó el problema y ya sólo iba para las revisiones. Era horrible el escándalo que formaba, se ponía roja, temblaba y sacaba esa fuerza bruta que hacía casi imposible dominarla. ¿De dónde sacarán tanta fuerza estas personitas?
En la revisión del año, daba hasta patadas y la pediatra llegó a enfadarse con ella y me dijo que mi pequeña era una exagerada. Pero, ¿Cómo quería que se comportara? Cada vez que íbamos le tocaba vacuna y a mi que me perdonen, pero yo también la liaría ¿A quien le gusta que le pinchen? Llegó a insinuar que no sabía dominar a mi hija y no sabía establecer limites. Imaginaros que sentí en ese momento, después del mal rato de ver a mi hija chillando de aquella manera, encima me acusan de mala madre. Por problemas de piel atópica hemos tenido que visitar a más de un dermatólogo y ya cuando veía una bata blanca empezaba a temblar. Antes de esta última revisión le expliqué varias veces lo que le harían y menos mal que ahora ya te escucha y te entiende y en la revisión de los 2 años se mostró amable y colaboró. Realmente fue un alivio porque no hay nada peor que ver a tu hijo pasándolo mal. Ahora ya la he convencido que el médico no te hace daño, pero ¿Qué pasará cuando toque vacunarla?
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